¿Qué pensaría de una mamá primeriza que
ofrece a su pequeño un extenso surtido de snacks saludables salidos de una
bandeja de cubitos de hielo? ¿Y de otra madre coraje que interviene en el juego
de sus hijos al menor signo de discordia? En ambos casos, era yo la mamá que
actuaba. Existen ciertas verdades evidentes en lo que a ser buenos padres se
refiere. Nuestro trabajo es mantener seguros a nuestros hijos, permitirles
desarrollar su potencial y hacer lo posible por que estén sanos y felices.
La madre que solía ser y la que soy
ahora tienen el mismo objetivo: criar a unos niños con confianza y seguridad en
sí mismos, y con éxito. Pero, después de doce años como madre, de los cuales
cinco yendo y viniendo de Japón, dos como investigadora, viajando por Europa y
Asia y dando decenas de entrevistas con psicólogos, expertos en el desarrollo
del niño, sociólogos, educadores, administradores y padres en Japón, Corea,
China, Finlandia, Alemania, Suecia, Francia, España, Brasil y algún país más,
he aprendido que aunque los padres de todo el mundo tengamos los mismos
objetivos, los estadounidenses como yo (a pesar de mostrar nuestras mejores
intenciones) estamos haciendo mal las cosas.
¿Por qué?Imagínate mi sorpresa cuando llegué a un jardín de infancia en mitad
de un bosque alemán y me encontré a un niño tallando una rama con una navaja.
Su maestro Wolfgang, intentando tranquilizarme, me aseguró que nunca nadie se
había quedado sin dedo.
Del mismo modo, Brittany, una madre
estadounidense, se sorprendió cuando se mudó a Suecia y descubrió que niños de
tres y cuatro años, sin la supervisión de un adulto, iban solos en bici y
escalaban tejados y árboles. La primera vez que vio a un niño de preescolar
subido a un árbol, fue corriendo a buscar a su maestra. Luego vio cómo un padre
se paraba tranquilamente a hablar con el niño como si no pasara nada, y
entonces se dio cuenta de que era la única a la que le preocupaba eso.
“Me considero una madre de mentalidad
abierta”, me comentó, “pero en ese momento deseaba decirle al niño que bajara
del árbol”.
Por qué es mejor así: Ellen Hansen Sandseter, una investigadora noruega de la
Universidad Queen Maud, descubrió que el hecho de dejar que los niños corran
algún riesgo en realidad los mantiene más seguros, haciendo que sean
conscientes de sus capacidades. Los niños temen las mismas cosas que sus
padres: las alturas, el agua, la lejanía, los utensilios afilados y peligrosos.
Nuestro instinto es mantenerlos seguros alejándolos de todo. Sin embargo, “la
mejor protección que podéis ofrecer a un niño es dejar que corra riesgos”,
explica Sandseter.
Y aquí están los datos que apoyan esta afirmación: Suecia, donde los niños
reciben una amplia libertad para explorar (y al mismo tiempo cuentan con unas
leyes comprensivas que protegen sus derechos y su seguridad), tiene la menor
tasa de lesiones en niños del mundo.
Los niños pueden pasar hambre de vez en cuando
En Corea, como en la mayoría de
culturas, se enseña a los niños que comer es un elemento vital, que es
importante aguantarse hasta que llegue la familia al completo para sentarse a
la mesa a comer. Los coreanos piensan que no es saludable picotear o comer
solo, y además no suelen excusar el mal comportamiento de los niños (como yo
tiendo a hacer) echándole la culpa a una bajada de azúcar. En lugar de esto, a
los niños se les enseña que la comida debe disfrutarse en compañía. Todos los
niños comen lo mismo que sus padres. Y esa es la explicación por la que los
restaurantes étnicos no tienen menús de niños. ¿Cuál es el resultado? Los niños
coreanos comen estupendamente. Se sientan a la mesa y comen verduras de todo
tipo, pescado, carnes asadas, repollo con especias, cereales y sopas.
Por qué es mejor así: a diferencia de
la tendencia creciente de los niveles de sobrepeso y obesidad en Estados
Unidos, los surcoreanos disfrutan de la menor tasa de obesidad del mundo
desarrollado. Y de cerca le sigue Japón, donde los padres se toman de la misma
manera la cuestión de la alimentación.
Los franceses, y otras muchas culturas,
creen que al dejar que un niño de vez en cuando sienta frustración se le está
dando la oportunidad de practicar el arte de la espera y de desarrollar el
autocontrol. Gilles, un francés padre de dos muchachos, me contó que frustrar a
los niños es bueno para ellos porque les enseña, además del valor de las
recompensas, a no estar siempre pidiendo (o peor, exigiendo) que se satisfagan
sus necesidades al instante.
Por qué es mejor así: algunos estudios
demuestran que los niños con autocontrol y con capacidad para esperar una
recompensa son más exitosos en el futuro. Todos sabemos que los niños que no se
creen el centro del universo son un encanto. Alice Sedar, antigua periodista de
Le Figaro y profesora de Cultura Francesa en la Universidad Northeastern, está
de acuerdo. “Hay que aprender a vivir en grupo”, afirma, y este es uno de los
valores que los franceses inculcan a los niños.
Los niños deberían pasar menos tiempo en
la escuela
Los niños finlandeses salen a jugar
frecuentemente cada día. “¿Cómo puedes enseñar bien si los niños salen al patio
cada 45 minutos?”, preguntó con curiosidad una alumna del Programa Fullbright
de intercambio en Finlandia, sorprendida de que los niños pasaran tan poco tiempo
en la escuela. Del mismo modo, el profesor se asombró por la pregunta, a la que
contestó: “¡Simplemente, no podría enseñarles si no salieran cada 45 minutos!”.
Según el modelo finlandés , los niños
comienzan tarde la escuela (a partir de los siete años), tienen varios recreos
a lo largo del día, menos horas lectivas y más variedad de clases que en
Estados Unidos. La igualdad, y no la competitividad, es el principio básico del
sistema de educación en Finlandia.
Mientras que los estadounidenses
defendemos una temprana intervención, menos descansos, más enseñanzas teóricas
y menos financiación para asignaturas como educación plástica y música, los
educadores finlandeses enfatizan que es fundamental aprender arte, música,
economía doméstica y habilidades sociales.
Por qué es mejor así: los niños
estadounidenses ocupan puestos intermedios (sobre todo en ciencias y
matemáticas) de las listas internacionales que evalúan el rendimiento académico
en la escuela. Los finlandeses, con sus horarios reducidos, suelen estar entre
los mejores de la clasificación.
Deberías mimar al bebé
Tomo, un niño de diez años que vivía en
nuestro barrio en Japón, era sorprendentemente independiente. Iba andando solo
hasta el colegio desde que tenía seis años, al igual que los demás japoneses de
su edad. Tenía mucho cuidado con sus objetos cuando venía a visitarnos,
colocaba sus zapatos justo después de quitárselos, e incluso enseñó a mi hijo
cómo coger el autobús urbano. Tomo era tan servicial y responsable que cuando
venía a casa a cenar, se ofrecía a traer los ingredientes que yo necesitaba, y
me ayudaba a preparar la ensalada y los fideos. Con todo, cada noche que este
niño competente e independiente volvía a casa, se daba un baño y se iba a dormir
con su tía, con la que vivía.
En Japón, donde resulta normal dormir
con los bebés, la gente no puede creerse que haya países donde los padres dejan
que el recién nacido duerma en una habitación separada. Los japoneses, por el
contrario, pueden atender inmediatamente a sus bebés y los tienen en brazos
constantemente.
Aunque pensemos que esto es mimarlos,
los japoneses creen que si sus pequeños tienen sus necesidades satisfechas y
reciben un cariño incondicional, cuando se hacen mayores poseen una capacidad
superior de independencia y autoconfianza.
Por qué es mejor así: Meret Keller,
profesora de la Universidad de California en Irvine, confirma que existe una
conexión muy peculiar entre la independencia del niño y el hecho de que duerma
con sus padres. “Mucha gente habla de ‘independencia’ sin saber realmente lo
que significa el concepto”, explica esta profesora.
Como deseamos con ansia que nuestros
pequeños adquieran independencia, les metemos prisa y les obligamos a dormir
solos cuanto antes. Sin embargo, la investigación llevada a cabo por Keller
demuestra que dormir con tu hijo hace que este sea luego más independiente y
confíe en sí mismo, y aprenda antes a vestirse solo o a resolver los problemas
con sus compañeros por su cuenta.
Los niños necesitan sentirse obligados
En Estados Unidos pensamos que cuando
los niños se hacen adolescentes, hay que dejarles libertad. Nuestra intención
es ayudarles a hacerse un hueco en el mundo, por lo que no queremos cargarles
con las responsabilidades familiares. En China, los padres hacen justo lo
contrario: cuanto más mayor es el niño, más le recuerdan sus padres sus
obligaciones.
Eva Pomerantz, de la Universidad de
Illinois en Urbana-Champaign, ha demostrado mediante numerosos estudios que en
China, el ideal cultural por el que el niño toma conciencia de sus
responsabilidades para con la familia y de las expectativas puestas en él es
una manera de devolver en cierto modo lo que ha recibido, lo que contribuye a
incrementar su motivación y sus logros.
Resulta incluso más sorprendente que
ocurra exactamente lo mismo con los alumnos occidentales que estudian en los
Estados Unidos: los adolescentes que se sienten responsables por su familia
tienden a ser mejores en la escuela.
La lección que debemos aprender: si
quieres contribuir a que tu hijo adolescente mejore en el colegio, recuérdale
sus obligaciones.
Personalmente, yo ahora educo a mis hijos de forma diferente a como lo hacía
antes. Sigo siendo una mamá estadounidense, sigo luchando con el picoteo diario
de snacks, y a mis hijos les sigue quedando mucho por aprender en cuestión de
paciencia. Pero por lo menos, mi hija Anna de tres años ya maneja el cuchillo
para cortar manzanas, y yo ya no me pongo histérica si Mia, de seis años, se
pone a escalar el haya del jardín. Además, confío en que mis hijos (Daniel, de
diez, y Benjamin, de doce) aprendan tanto fuera de la escuela como dentro de
ella.