LA COMUNICACIÓN EN LA FAMILIA
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No hay duda de que la buena comunicación es fundamental en
las relaciones personales, tanto en las relaciones de la familia como en las
externas con los demás. También es cierto que comunicarse no es solo hablar, es
también saber escuchar y observar al otro. En la familia suele ser habitual que
los padres y madres dediquemos mucho tiempo a hablar, dar la charla, repetir y
volver a decir determinadas cosas a nuestros hijos sin que ese mensaje tenga la
efectividad que se pretende. A pesar de no conseguir el resultado que se busca,
muchas personas insisten en el mismo sistema. Cuando uno repite lo mismo, suele
obtener el mismo resultado. Si este es negativo la insistencia no cambia esa
tendencia, para que ocurra algo distinto, habrá que hacer algo diferente, no es
así?
Nos referimos a dejar de repetir para pasar a preguntar,
dejar de repetir y pasar a observar un poco más, procurar que nuestro mensaje
sea claro y corto, impactante, directo y que, cuando sea necesario pueda dejar
sitio para la responsabilidad de los hijos.
No debemos olvidar que las personas tenemos un punto de vista personal y
nuestro que no tiene porqué coincidir con el de los demás y, en especial, con
el punto de vista de nuestros hijos. A los hijos también hay que enseñarles la
habilidad de ponerse en el lugar del otro y eso se hace desde el ejemplo, o
sea, haciendo eso mismo con ellos. Dejarles tiempo para que lo piensen, dejar
que, a su ritmo lo vean de otro modo, puede ser necesario para que ellos lo
vean de otro modo.
Las familias tienen muchas formas de promover la
comunicación y el diálogo, a través del juego, aprendiendo y enseñando a
resolver conflictos, animándoles a que prueben distintas formas de hacer las
cosas, a través de los temas que aparecen en televisión o en los vídeo juegos,
o aprovechando cualquier tema cotidiano que ellos puedan entender o trasladar a
una situación similar. Es importante dejar un tiempo, a diario si es posible,
para charlar un rato o intercambiar impresiones. No es necesario que sea mucho
tiempo, ni que sean temas trascendentales, pero dejando estos espacios, se
alimenta la costumbre de hablar se practique de forma habitual la habilidad de
comunicarse.
No hay que tirar la toalla, por muy complicado que pueda ser
algún momento o alguna etapa de los hijos, vale la pena estar ahí, seguir ahí.
Lo que mejor se comunica es lo que se hace, lo que se lleva a la práctica, no
lo que se dice que hay que hacer, sino lo que cada uno realiza en sus acciones
y conductas cotidianas. Probablemente todos podemos mejorar en algo nuestra
comunicación, tan solo hay que querer hacerlo y comprometerse con ello, no solo
pensando en los demás sino en los propio. ¿Cuánto tiempo hace que no te dedicas
más a escuchar que ha decir lo que piensas? ¿Sabes lo que piensan tus hijos en
relación a temas importantes? ¿Se habla de estos temas en casa?
Las personas también tenemos que aprender a pensar, a
razonar y a experimentar la agradable sensación de poder cambiar de opinión
alguna vez, estamos en nuestro derecho y es un derecho de los demás. Nuestros
puntos de vista pueden cambiar y evolucionar con nuestra vida y con nuestras
experiencias. Si nuestros hijos cambian en los rasgos físicos, ocurrirán
cambios también en su forma de pensar. No dejemos de conocerles