martes, 27 de agosto de 2013

EL EGOISMO EN LOS NIÑOS ¿COMO MANEJARLO?

EL EGOISMO EN LOS NIÑOS ¿COMO MANEJARLO?
Fuente: Lafamilia.info

La niñez es la etapa donde más actos egoístas se suelen presentar, pues es un rasgo que hace parte del desarrollo de la personalidad. Por esta razón, desde muy temprano los padres deben atender este llamado, y así evitar que un aspecto característico de la edad, se convierta en hábito, lo cual podría tener repercusiones en etapas posteriores.
Alrededor del primer y sexto año de vida, los niños tienden al egoísmo con facilidad. Alfonso Aguiló explica que en estas edades quieren ser los reyes de la casa y capturar todas las miradas: “Una criatura de pocos años parece que todo lo ansía para sí, acumula los juguetes, quizá no repara en que a otros nada les llegue. Pasa por un etapa de acusado egocentrismo infantil en la que gusta considerarse el centro de todo, que se hable de él, llamar la atención...; como Currita Albornoz en aquella novela de Coloma: si asiste a una boda, quiere ser la novia; si a un bautizo, el recién nacido; si a un entierro, el muerto.” Señala el autor de numerosos libros y artículos de educación familiar.
Por eso es tan importante que los padres actúen a tiempo y logren que sus hijos descubran la satisfacción que la generosidad encierra, y reflexionen sobre el desconcierto que queda cuando alguien se comporta de forma egoísta.
CONSEJOS PRÁCTICOS
Las siguientes son ideas que ayudan a los niños a superar el egoísmo. La paciencia, la constancia y el amor que los padres le pongan a este propósito, serán claves para conseguir el éxito.
No forzar a los menores de tres años a compartir.
Es importante iniciar a tempranas edades, pero antes de los 3 años lo indicado es invitarlos a compartir sin forzarlos, pues aún no tienen total comprensión del concepto. Una forma de ir creando conciencia en ellos, es por ejemplo, cuando al visitar otras casas o al recibir visitas en la propia, se le da un bombón para él y otro para su invitado, así estarán en igualdad de condiciones y le será más fácil compartir. Son primeros pasos que darán frutos más adelante.
Seguir un proceso. La psicóloga y profesora en educación infantil, Virginia González expone en un escrito los pasos que se deben ir logrando a medida que los niños crecen como parte de un proceso. Ella explica que “lo primero es ayudarle a distinguir entre lo suyo y lo que no lo es, marcando, por ejemplo, sus cosas con una señal y haciéndole ver también que hay cosas que son de todos y que hay que cuidarlas y dejarlas en su sitio cuando se terminen de usar. El siguiente paso sería enseñarle a intercambiar sus juguetes, que acepte prestar la pelota a cambio del cubo y la pala. Por último, aprenderá a regalar: haciéndole ver que dicha acción hace sentir mejor a los demás, interiorizará la grandeza de ser generoso y, lo más importante, a disfrutar con ello.”
No siempre de primero. Hay que enseñarle a que espere su turno y tolere el hecho de que hay niños que estarán primero que él. Por ejemplo las fiestas de cumpleaños son una magnífica ocasión para enseñarles a compartir, ya sea porque son los homenajeados o los invitados.
Nunca reforzar la conducta egoísta. La autoridad y la firmeza de los padres son determinantes para evitar ceder cuando hacen pataletas por no querer compartir. Es un error declinar en estas situaciones. A largo plazo el más perjudicado será el niño.
Elogiarlo cuando comparta sus cosas. Para los pequeños es muy importante el elogio de sus padres. Esto refuerza el acto positivo (generosidad) y ayuda a erradicar el negativo (egoísmo). Pero tampoco conviene hacer demasiada “fiesta”, no hay que exagerarse en las ponderaciones, pues de esta manera el niño no lo hará por la virtud como tal, sino por ganarse los aplausos de los papás.
Compartir con alegría, como dice la canción. Cuando otro niño se antoje de alguna de sus pertenencias, hay que invitarle a ceder y negociar, pueden turnarse, intercambiar por espacios de tiempo, y así evitar que se forme un drama.
Los libros como medio de enseñanza. Se puede sacar provecho al gusto que tienen niños por la lectura y elegir historias que destaquen valores como la amistad, generosidad y solidaridad. Seguramente les quedará sonando las enseñanzas de los cuentos y las aplicarán en los momentos oportunos.
Que nos vean compartir. Los adultos deben demostrar que compartir conlleva múltiples beneficios, a diferencia del egoísmo que trunca el camino de la felicidad.

jueves, 15 de agosto de 2013

El poder de las palabras y su impacto en las relaciones

El poder de las palabras y su impacto en las relaciones
Fuente: La Familia.info
 
Las palabras son el reflejo de los pensamientos y sentimientos, y tienen un poder enorme, tanto para agradar como para herir a otros. La mayoría de las veces no medimos realmente el impacto que puede tener una palabra.
Decimos cosas sin pensar, no nos damos cuenta de lo que decimos y mucho menos de las consecuencias que se generan a partir de una palabra o expresión negativa. Con las palabras podemos lastimar y ofender a los demás, afectando así las relaciones, el bienestar y la convivencia.
 
Pensar antes de hablar
En medio de las discusiones donde los interlocutores están alterados, suelen ser los momentos donde más palabras desacertadas se emiten. ¿Por qué? La respuesta está en una emoción que muchas veces nos “pasa factura”; el enfado. Los estudios señalan que este sentimiento genera fuertes cambios en el sistema nervioso autónomo, los cuales se ven reflejados en los actos y las palabras.
Leonardo Palacios, neurólogo y decano de la Facultad de Medicina de la Universidad del Rosario, explica en un artículo publicado por El Tiempo, que toda expresión hablada, sea positiva o negativa, produce una descarga emocional desde el cerebro: “Una palabra negativa o insultante activa la amígdala, estructura del cerebro vinculada a las alertas, y genera una sensación de malestar, ansiedad o ira. Y es ahí cuando la persona tiene dos posibilidades: responder de una manera similar (incluso con una agresión física) o actuar con indiferencia, acudiendo a la razón.”
Por eso, para evitar que las palabras sean “armas” destructivas, hay que hacerlas conscientes, dominar la ira, desarrollar el autocontrol y ser emocionalmente inteligentes.
 
No es lo que se dice, sino “cómo” se dice
No se trata de reprimir los sentimientos ni dejar de expresar las opiniones. Todo se puede decir bajo los términos del respeto, siempre con un trato amable, amoroso y tranquilo. Lo que determina que una crítica sea constructiva o destructiva, es el “cómo”.
El tono de voz, las palabras que se utilizan y los gestos que las acompañan, son determinantes para que un mensaje sea empoderador y bien recibido por el otro; o de lo contrario, se convierta en un foco de discusión y disgustos.
En este aspecto también es importante ser acertados, es decir saber identificar los momentos más oportunos para entablar una plática. Por ejemplo cuando una persona está muy alterada, no es conveniente que se produzca una conversación, en este caso es mejor el silencio que la palabra. Cuando el enojo desaparezca y se retome la calma, entonces será oportuno hablar.
 
Tácticas para evitar ofender con las palabras
Al corregir a los hijos; al expresar un desacuerdo al cónyuge; al pedir una aclaración a un compañero de trabajo, jefe o empleado; a los transeúntes mientras se conduce; al hacer un reclamo en una tienda o restaurante… En múltiples situaciones de la vida diaria se pone a prueba el poder de las palabras. Algunas sugerencias para evitar ofender a otros.
  • En un momento de ira, si siente que no se puede controlar, abandone la comunicación y trate de calmarse. No es el momento para hablar.
  • “Lo que has de decir, antes de decirlo a otro, dítelo a ti mismo” (Séneca). Esta frase brinda una efectiva estrategia para evitar expresar palabras desacertadas.
  • Las emociones se pueden manejar, la mente en este caso es la que manda. Respire profundo y recobre la razón.
  • “No hagas lo que no te gusta que te hagan”. Es un principio de vida y aplica perfectamente en este propósito.
  • Las palabras tienen poder en el subconsciente y pueden terminar convirtiéndose en realidad. Por eso, erradique las palabras negativas y mejor ocupe la mente en pensamientos positivos, pues proporcionan un estado mental tranquilo que ayuda a desvanecer la ira, la depresión, el mal genio y la irritabilidad.
  • Elimine la autocrítica y la crítica a los demás. También los juicios.
  • Ejercite la escucha, muchas veces es más efectiva que el habla.
“Las palabras amables no cuestan nada, pero valen mucho”. Busquemos siempre construir al hablar y no destruir